Foto: IVAM
|
Una vía para reconocer y consolidar la importancia histórica de un personaje son los ejercicios de imaginación que fomentan diálogos entre hechos y situaciones de diferente época. En el caso del arte, se busca establecer antecedentes y proyecciones que permitan considerar los aportes de un creador y su obra más allá de los naturales límites cronológicos, de escuelas o de estilo.
Tal esfuerzo especulativo implica desmontar prejuicios y estrecheces de visión de modo que el contexto conceptual y sensible de cada obra surja como el mecanismo que active su relación con la de otros creadores con lenguajes y procederes de diverso orden.
Esta labor, que ya ha sido puesta en práctica en relación con movimientos como el romanticismo y el expresionismo abstracto, y también con artistas como Édouard Manet, Claude Monet, El Greco y Diego Velázquez, entre otros, actúa como una caja de resonancia que resulta útil para valorar la magnitud de una propuesta creativa.
En el caso de Ignacio Pinazo (Valencia, 1849-Godella, España, 1916), de quien se conmemora este año el centenario de su muerte, el IVAM ofrece una nutrida exposición que apoyada en este planteamiento, quiere hacer visible la faceta más moderna de este pintor a través de las afinidades que se puedan plantear con la producción de otros artistas de vanguardia.
Se trata de obras que amplifican el pensamiento artístico de Pinazo más allá de la época y los recursos plásticos que le fueron propios y que bajo el estimulante título de una novela de Goethe se reúnen ahora en el museo valenciano.
Para Ignacio Pinazo, uno de los más destacados artistas españoles de fin del siglo XIX, este modelo de análisis podría presentar la dificultad de la escasa proyección y presencia del maestro valenciano en el contexto histórico del arte europeo, lo que convierte en inéditas a muchas de las afinidades que se proponen en la exposición.
Sin embargo, tales relaciones parten de una tesis muy sólida que entiende a Pinazo como “un artista inserto en la cultura del naturalismo que evoluciona hacia visiones y tensiones más psicológicas y emotivas con el cambio de siglo”.
Desde esta perspectiva es posible la visión macroscópica de las intuiciones premodernas de Pinazo que previene de la agrupación de obras por el mero parecido formal entre ellas.
Así, la actitud renovadora y experimental, en sintonía con el momento de la pintura europea de su época, sirve de guía para destacar su cercanía con el impresionismo. Esto se aprecia en aspectos como la valoración de los empastes de su pintura, el inacabado expresivo de muchas de sus obras y en otros recursos discursivos de la materia pictórica: frotados, rayas, garabatos, chorreados y la elocuencia del soporte desnudo para fundir el espacio representado y el real.
Esta actitud claramente experimental lo ubica en el ámbito impreciso donde se mezclan la figuración y la abstracción, y donde la gestualidad y la materia parecen tornarse tan autónomas al punto que llevan a hablar de un “informalismo emocional”.
Esta amplitud conceptual es la que convida el trabajo de autores de orígenes y destinos tan dispares como Miquel Barceló, Pancho Cossío, Ramón Gaya, Alberto Greco, Herbert List, Robert Rauschenberg, Antonio Saura y Joaquín Torres-García, entre muchos otros que contribuyen a revelar el propio peso de Pinazo en el entramado de las artes de finales del siglo XIX y la actualidad.
También te puede interesar (enlaces patrocinados):
Johann Wolfgang von Goethe (2005). Las afinidades electivas. Cátedra.
“Ignacio Pinazo y las vanguardias. Afinidades electivas”. Institut Valencià d'Art Modern - IVAM. Valencia, España. Del 8 de septiembre de 2016 al 17 de septiembre de 2017. Comisariado: Javier Pérez Rojas.
Comentarios
Publicar un comentario