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Internacional Situacionista: subvertir el arte para cambiar el mundo

 

La Internacional Situacionista se planteó la transformación del mundo a través de una reformulación de la vida cotidiana. Con esto pretendían el derribo de las bases hegemónicas del capitalismo que habían codificado los comportamientos sociales y convertido la mercancía en suerte de máxima aspiración social. Establecido en Italia en 1957 por Guy Debord, Michèle Bernstein, Asger Jorn y Giuseppe Pinot-Gallizio, entre otros artistas y pensadores, el grupo osciló entre una acción guiada por el interés artístico y por el rigor de la militancia política.


Las situaciones como medio para transformar la realidad

La Internacional Situacionista fue un movimiento europeo de vanguardia de finales de los cincuenta que se planteó la crítica de la sociedad contemporánea y la transformación radical del mundo. Establecieron como medio para alcanzar esta meta la construcción de “situaciones”, especie de momentos que tenían como objetivo generar ambientes y acontecimientos que alteraran el orden establecido de las cosas y allanaran las fronteras que separaban el arte y la vida. Tras esta práctica subyace el requerimiento de hacer del individuo un ser activo y no espectador o simple figurante. Aunque llegó a manifestarse a través de algunos medios como la pintura y el cine, no se podría hablar de un estilo situacionista, y mucho menos de “obras de arte” en un sentido convencional, sino más bien de un manejo situacionista de tales medios. 


Preliminar: un marco de pensamiento

La base ideológica de la Internacional Situacionista se remite al pensamiento de Anton Pannekoek, para quien el comunismo, como proceso revolucionario, debía concretarse en la colectivización de los medios de producción y en esa vía tender a la máxima expresión de la democracia. Así, en contra del protagonismo del partido, para Pannenkoek toda la capacidad de decisión y gestión debía residir en los consejos obreros surgidos de la revolución. Los situacionistas también acogieron las ideas de Rosa Luxemburgo acerca de la espontaneidad y la organización. Desde esta perspectiva, la lucha de clases se manifestaría de dos maneras: una espontánea, que sería elemental, radical y hasta anarquista, y otra organizada, surgida de la anterior, con un carácter burocrático o institucional. Al constituirse sobre una base dialéctica, la espontaneidad y la organización no serían actividades separadas sino diferentes momentos de un mismo proceso.


Internacional Situacionista, reunidos en Cosio d'Arroscia

La organización artística, cultural y política conocida como Internacional Situacionista fue creada por varios artistas e intelectuales revolucionarios reunidos en Cosio d’Arroscia, Italia, el 28 de julio de 1957. Sus miembros provenían de otros colectivos de vanguardia como CoBrA, el Movimiento Internacional por una Bauhaus Imaginista, la Internacional Letrista y la London Psychogeographical Association. Estos grupos habían basado su acción en la defensa del carácter experimental de la práctica artística, la intervención de la cotidianidad, el cuestionamiento del funcionalismo y la revisión de la noción de espectáculo. La teoría del grupo se sustenta además en un reconocimiento al surrealismo originario y una crítica a su deriva bretoniana, así como la valoración del concepto de vida cotidiana de Henri Lefebvre. Entre sus fundadores figuran Guy Debord, Michèle Bernstein, Asger Jorn, Giuseppe Pinot-Gallizio y Ralph Rumney.


La tensión entre arte y política

Del programa de la Internacional Situacionista se pueden mencionar algunas de sus características principales. En primer lugar, el papel de la psicogeografía, definida como el estudio de los efectos del medio geográfico sobre el comportamiento afectivo de los individuos. De aquí saldría el llamado urbanismo unitario, una teoría del empleo del conjunto de las artes y técnicas necesarias para la construcción de un medio en combinación con experiencias de comportamiento. Otro componente decisivo en el grupo fue la redefinición del juego, un concepto al que los situacionistas despojaron de su acepción competitiva y lo proyectaron como una influencia transversal y no solo limitada a una etapa de la vida. En el carácter colectivo del juego y en su naturaleza lúdica los situacionistas detectaron las pautas para la construcción de una nueva civilización.

Los situacionistas concretarán una estrategia compuesta por dos prácticas fundamentales: la deriva y el desvío. La deriva sería un modo de comportamiento experimental ligado a las condiciones de la sociedad urbana. Se trata de una aplicación de la psicogeografía en su aspiración de revisar las formas de experimentar la vida urbana a partir de las emociones. El desvío, por su parte, lo definen como una construcción superior basada en la integración de producciones de las artes actuales o pasadas. Aquí las artes son asumidas como parte de las “antiguas esferas culturales” que los situacionistas se proponen atacar; así, el desvío sería “un método de propaganda que testimonia el desgaste y la pérdida de importancia de estas esferas”. De manera general, se pretende distorsionar el significado y uso de algún objeto característico de la sociedad de masas para producir con ello un efecto crítico. 

Pero la principal característica de la Internacional Situacionista estriba en una tensión manifiesta entre estética y política. Sobre esta tensión se establecerán las polémicas y la evolución del grupo. Se plantea la superación del arte o la opción por un arte que no se manifieste en obras sino en intervenciones en la vida cotidiana. La acción del grupo se dirige a la intervención de la cultura; es decir, una reacción del individuo frente al acopio estético, sentimental y de costumbres que le es dado por el establecimiento económico y social. En esta vía, la evolución de la Internacional Situacionista tenderá a desvincularse de lo artístico y a profundizar en la política revolucionaria. Esta postura responde al hecho de que los situacionistas se consideran actores del estallido revolucionario y como miembros del proletariado deben implicarse activamente en su organización, sobre todo a través de la evocación de los consejos obreros.


Algunos miembros de la Internacional Situacionista

Entre los miembros de la Internacional Situacionista destacan Guy Debord, considerado el estratega y su principal ideólogo, junto con Raoul Vaneigem, miembro entre 1961 y 1970, menos disciplinado que Debord y autor de las consignas que se pintaron en las paredes de París durante el Mayo del 68. También figuran Michèle Bernstein, autora de varios artículos para la revista del grupo y quien con dos novelas de corte situacionista contribuyó a financiar sus actividades. Constant Nieuwenhuys tuvo también una participación importante como activista en la medida en que fue favorecida la tesis del urbanismo unitario. Las obras artísticas más cercanas al programa situacionista estuvieron a cargo de Giuseppe Pinot-Gallizio con sus “pinturas industriales” y Asger Jorn con las “peintures détournées”. No obstante, en esta esfera artística también participaron pintores como Jørgen Nash, Jacqueline de Jong y Ansgar Elde, entre otros que serían expulsados en 1962.


Por una defensa de la creación

El movimiento situacionista se propuso atacar la sociedad de clases desde la valoración plural de la vida cotidiana como vía para enfrentar el dominio capitalista y la conversión del mundo en mercancía. Buscaban esquivar la rutina y las costumbres paralizantes, reducto este donde se fundaría la lógica hegemónica del capitalismo. De manera coherente con estas ideas no produjeron “obras de arte” ni establecieron un estilo, sino que se preocuparon por dar un nuevo sentido a los contenidos de la cultura a fin de revitalizar la experiencia. En este sentido, jugaría un papel de inspiración ideológica en las jornadas del Mayo Francés del 68. Sin embargo, de modo similar al surrealismo bretoniano que criticaban, la militancia disciplinada que exigían a sus miembros dio lugar a numerosas depuraciones en el grupo que terminaron propiciando su disolución en 1972. Su principal aporte habría sido la creación de un marco alternativo a la inquietante idea de futuro que podía existir en los años sesenta. Esa alternativa estaría fundada en un intento de superación de los determinismos y en las posibilidades creadoras del individuo organizado colectivamente.


También te puede interesar:

La sociedad del espectáculo. Guy Debord. Traducción: José Luis Pardo Torio. Pre-Textos, 2005. 184 páginas. 

Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones. Raoul Vaneigem. Anagrama, 2006. 304 páginas.

El derecho a la ciudad. Henri Lefebvre. Traducción: Ion Martínez Lora. Capitán Swing, 2017. Capitán Swing. 176 páginas.

La vida cotidiana en el mundo moderno. Henri Lefebvre. Traducción: Alberto Escudero. Alianza Editorial, 1984. 256 páginas.


Créditos de la imagen inicial:

Ilustración: María Leis

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