Tinguely fue una figura clave en el arte cinético y el Nouveau Réalisme. Su obra desafió las nociones tradicionales de escultura y abrió nuevas posibilidades para la expresión artística.
ML |
Jean Tinguely nació el 22 de mayo de 1925 en Friburgo, Suiza. Hijo de un industrial chocolatero, desde temprana edad mostró interés por el arte y la mecánica. A los 14 años abandonó sus estudios formales para ingresar a la Escuela de Artes Aplicadas de Basilea, donde se formó bajo la tutela de Julia Ris. Durante esta etapa, Tinguely experimentó con diversas técnicas como la pintura, el dibujo y la escultura tradicional.
Primeros años y exploración artística
En 1945, al finalizar su formación académica, Tinguely se embarcó en un viaje por Europa y trabajó en diversos oficios, una experiencia que le permitió absorber las influencias artísticas de los lugares que visitaba. En 1953 se estableció en París, donde se sumergió en la vibrante escena artística de la posguerra. Allí conoció a artistas como Niki de Saint Phalle, Yves Klein y Jean Dubuffet, con quienes forjaría estrechas relaciones tanto personales como profesionales.
Meta-Matic y el nacimiento de las máquinas escultura
A finales de la década de 1950, Tinguely comenzó a experimentar con la construcción de máquinas autorreconstruibles y autorredestructivas, lo que dio origen a lo que él mismo denominaría "Meta-Matic". Estas ingeniosas creaciones, compuestas por chatarra, motores y diversos objetos encontrados, desafiaban las nociones convencionales de arte y cuestionaban la relación entre el hombre y la máquina.
Destaca en sus realizaciones el interés en el movimiento, pero no solo en un sentido físico, sino en el carácter alegre y divertido de sus animadas esculturas cinéticas, como las que presentó en la exposición "Le mouvement" (Galerie Denise René, 1955).
En contexto: “Le mouvement”: la exposición que marcó el inicio del arte cinético
Reconocimiento internacional y consagración
En 1960, Tinguely alcanzó reconocimiento internacional con la presentación de su obra "Homenaje a Nueva York" en el Museo de Arte Moderno de la ciudad. Esta escultura cinética de gran tamaño, que simulaba la destrucción de la metrópolis estadounidense, causó gran revuelo en la escena artística y consolidó a Tinguely como una figura vanguardista.
Neorrealismo y colaboración con Niki de Saint Phalle
En ese mismo año, Tinguely se unió al movimiento Neorrealista, un grupo de artistas franceses que buscaban incorporar objetos de la vida cotidiana en sus obras. Su colaboración con Niki de Saint Phalle, con quien se casó en 1971, fue particularmente fructífera, y dio como resultado obras monumentales como Hon en rose y Le Cyclop.
Imbuido de ese reciclaje de lo contemporáneo que proponía el grupo, la producción de estos años de Tinguely incluyó esculturas que versionan a Malevich, Miró o Klee, solo que activadas por complejos mecanismos internos; máquinas de dibujo interactivas que generan y firman de manera autónoma sus propias abstracciones; o grandes instalaciones de piezas construidas con chatarra oxidada que parecen bailar en el espacio público.
Jean Tinguely. Heureka, 1964. Foto: Roland zh |
Últimos años y legado: un enfoque diferente del museo y el arte
A lo largo de su prolífica carrera, Tinguely continuó explorando los límites del arte cinético y la escultura mecánica, a través de obras cada vez más ambiciosas y complejas. Entre sus trabajos más emblemáticos se encuentran Méta-Matic Nº 16, La Fontaine de Stravinsky y Le Chaos.
Jean Tinguely falleció en Berna, Suiza, el 30 de agosto de 1991. Su obra, marcada por el humor, la ironía y la crítica social, ha inspirado a generaciones de artistas y sigue cautivando al público por su originalidad, ingenio y capacidad para desafiar las convenciones.
El legado de Jean Tinguely puede establecerse en su ambiciosa manera de fusionar arte y vida. Esto lo resolvió, por una parte, enfrentando el arte convencional que tachaba de estático y a las instituciones que lo promovían. Por la otra, replanteando la condición del espectador como un visitante que podía alterar con su presencia el cubo blanco del museo y convertirlo en un espacio público e interactivo. En todo esto subyace su afán en superar la idea del artista individual como genio creador y en asumir prácticas más colaborativas como un modo de ampliar el sentido social de lo estético.
Aspectos a destacar de la vida y obra de Jean Tinguely
- Pionero del arte cinético y la escultura mecánica: Tinguely fue uno de los principales exponentes del arte cinético y la escultura mecánica. Empleó materiales cotidianos y objetos encontrados para crear obras que desafiaban las nociones tradicionales de arte.
- Crítica a la sociedad de consumo: su obra a menudo refleja una crítica mordaz a la sociedad de consumo y la excesiva producción industrial, en particular por el uso de elementos de la chatarra y la maquinaria que le permiten cuestionar el impacto ambiental y social de la tecnología.
- Humor e ironía: Tinguely infundía en sus obras un gran sentido del humor e ironía, en un juego de contrastes entre lo bello y lo grotesco, lo funcional y lo disfuncional.
- Colaboración y trabajo en equipo: a lo largo de su carrera, Tinguely colaboró con numerosos artistas, arquitectos e ingenieros, a través de obras monumentales que requerían un trabajo en equipo arduo y meticuloso.
- Influencia duradera: el legado de Jean Tinguely sigue vigente en el mundo del arte e inspira a los artistas contemporáneos a explorar nuevas formas de expresión y desafiar los límites de la creación artística.
Obras emblemáticas
Entre sus obras más famosas se encuentran las máquinas Méta-Matic Nº 10 (1959) y Cyclograveur (1960); sus instalaciones auto destructivas y performances, como el Homage to New York (1960) en el jardín del MoMA y el Study for an End of the World Nº 2 (1962) en el desierto de Nevada, junto con Heureka (1964) y su participación en la monumental “arquiescultura” HON — en katedral (1966) realizada por Niki de Saint Phalle, entre otras.
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Jean Tinguely: A Retrospective. Kaira Cabañas, Hans-Christian von Herrmann. Verlag Der Buchhandlung Walther König, 2016. 248 páginas.
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