La ceramista Toshiko Takaezu jugó un importante papel en el resurgimiento internacional del interés por la cerámica. Su trabajo introdujo la estética japonesa y las técnicas tradicionales a un público estadounidense más amplio, y su énfasis en la conexión espiritual con el barro inspiró a generaciones de artistas a explorar la profunda expresividad de este arte milenario.
Toshiko Takaezu nació el 17 de junio de 1922 en Pepeekeo, Hawái, en el seno de una familia de inmigrantes japoneses. Desde temprana edad, se sintió atraída por el arte, especialmente por la cerámica. A los 18 años, se trasladó a Honolulu para trabajar en un taller de cerámica, donde aprendió las técnicas básicas del oficio.
En 1947, Takaezu comenzó a asistir a clases de cerámica en la Escuela de Arte del Museo de Honolulu, donde conoció a Claude Horan, quien sería un mentor importante en su carrera. En 1951, se mudó a Michigan para estudiar en la Cranbrook Academy of Art, donde recibió una profunda influencia de la ceramista finlandesa Maija Grotell.
En 1955, viajó a Japón, le permitió sumergirse en la cultura y las tradiciones cerámicas del país. Estudió con maestros como Shoji Hamada y Kaneshige Toyo, quienes le enseñaron técnicas ancestrales y la importancia de la conexión espiritual con el barro.
A su regreso a los Estados Unidos, Takaezu comenzó a dar clases en diversas universidades y escuelas de arte, incluyendo Cranbrook, la Universidad de Wisconsin, el Instituto de Arte de Cleveland y la Universidad de Princeton. En 1967, se convirtió en profesora titular de la Universidad de Princeton, donde permaneció hasta su jubilación en 1992. La práctica docente de Takaezu fue bastante inusual, con una lista de espera, en la década de los ochenta, de más de doscientos estudiantes. Este modelo de enseñanza, probablemente de inspiración japonesa, ejerció gran influencia en los aprendices que formó.
La obra de Toshiko Takaezu se caracteriza por su simplicidad, elegancia y profunda conexión con la naturaleza. Sus piezas, hechas a mano con técnicas tradicionales japonesas, se distinguen por sus formas orgánicas, texturas sutiles y esmaltes vibrantes. Takaezu exploró una amplia gama de formas y funciones en su cerámica, desde pequeñas tazas y cuencos hasta grandes esculturas.
A partir de la década del cincuenta, destacan sobre todo las formas cerradas en las que fusiona influencias del expresionismo abstracto, las tradiciones del este asiático y la aplicación gestual de esmaltes, haciendo de la vasija una suerte de lienzo redondo. Esta experiencia la condujo al terreno de la escultura, que siguió investigando hasta finales del 2000.
Además de su trabajo en cerámica, Takaezu también realizó pinturas, escultura en bronce y tejidos. Su obra en estos medios comparte la misma sensibilidad y atención al detalle que caracteriza su cerámica.
Toshiko Takaezu falleció el 9 de marzo de 2011 en Honolulu, Hawái.
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