A diferencia de muchos artistas abstractos de su época, Gustavo Torner nunca abandonó por completo la referencia al mundo real en su obra. Su pintura mantiene una tensión constante entre la abstracción y la figuración.
Gustavo Torner. Plaza de los cubos. Foto: Tamorlan, vía Wikipedia |
Gustavo Torner nació el 13 de julio de 1925 en Cuenca, España. Estudió ingeniería técnica forestal y en 1946 comenzó a ejercer esta profesión en Teruel. Gracias a sus aptitudes como dibujante recibió el encargo de unas láminas botánicas que formaron parte de la obra Flora Forestal de España, que por su calidad perfilaron el desarrollo posterior de su obra como artista.
En 1950 viajó a Francia e Italia y al año siguiente se estableció en Cuenca, donde siguió ejerciendo la ingeniería. La relación de amistad con Antonio Saura influyó en su decisión de comenzar a pintar. Aparte de ser un artista autodidacta, Torner con frecuencia ha encontrado fuentes de inspiración en las obras de Jorge Luis Borges, San Juan de la Cruz, T.S. Eliot y los filósofos presocráticos.
La producción de Torner abarca la pintura, el grabado, el collages, la escultura y la fotografía. Sus primeras obras tienen como tema la naturaleza, un mundo que es una constante en todo su trabajo. En 1956 se inicia en la abstracción con la pintura titulada Roca, que inaugura una etapa en el arte informal. Aunque el óleo fue la única materia empleada en un principio, pronto añadió a estos pigmentos materiales como la arena o fragmentos vegetales.
Sus planteamientos artísticos alcanzaron mayor complejidad a mediados de los sesenta cuando la madera o el metal sustituyen al lienzo, y se incorporan objetos y materiales como el nylon, la piel sintética, el cartón o el plástico.
En 1965, Torner cesó la actividad como ingeniero y se dedicó íntegramente a su carrera artística, extendiendo sus intereses creativos a otras expresiones artísticas como la obra gráfica, el diseño de escenografía, figurines de teatro y ópera, y tapices.
En 1966 fundó junto con Fernando Zóbel y Gerardo Rueda el Museo de Arte Abstracto Español en las Casas Colgadas de Cuenca. También ha colaborado en el diseño de algunas salas del Museo del Prado, las vidrieras de la catedral de Cuenca, el Museo Diocesano de Arte Religioso de Cuenca o el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca.
En el Museo del Prado se encargó de la rehabilitación de la segunda planta del ala norte del edificio Villanueva (siglo XVIII europeo, antes ocupada por el taller de restauración) y de la segunda planta del ala sur, antes ocupada por oficinas y en la que tras el desalojo se habilitaron once nuevas salas, diez que acogen obras de Goya (entre ellas los cartones para tapices) y de contemporáneos suyos, como Paret y Maella, y la sala de exposiciones temporales de dibujos, además de remodelar varias salas más de las plantas baja y primera. En el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando diseñó la rehabilitación de las nuevas salas de la planta superior.
En 2016, Gustavo Torner fue distinguido con el Premio Nacional de Arte Gráfico. En 2004 donó más de quinientas obras al Museo Reina Sofía de Madrid, y en diciembre de 2005 la iglesia de San Pablo, en Cuenca, frente a las Casas Colgadas, se convirtió en el Espacio Torner, con cuarenta esculturas y pinturas suyas.
Ha sido asesor de la Fundación Juan March, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y en 2002 doctor Honoris Causa por la Universidad de Castilla-La Mancha. Es miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y está en posesión de la Gran Cruz de Isabel La Católica, la encomienda y la gran cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y muchas otras distinciones.
Junto con Gerardo Rueda y Fernando Zóbel forma la llamada "escuela conquense", la cual constituyó una de las primeras iniciativas de introducir en España las nuevas corrientes del arte moderno en la década de los sesenta.
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