Takuma Nakahira fue uno de los protagonistas de la revolución que tuvo lugar en la fotografía moderna en Japón gracias a sus imágenes que aluden a la incertidumbre y euforia social que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Además de reconocido fotógrafo, Nakahira destacó como un ensayista y activista político. En 1968 participó en la publicación de la revista Provoke y en 1971 presentó una controvertida propuesta en la VII Bienal de París.
Takuma Nakahira se hace fotógrafo
Takuma Nakahira nació en Tokio el 6 de julio de 1938. Se formó en la Universidad de Estudios Extranjeros de esa ciudad, de la cual egresó en 1963 con una licenciatura en español. Su acercamiento a la fotografía se produjo cuando trabajó como editor de la revista Gendai no me, donde publicó fotografías de Shomei Tomatsu, quien despertó el interés de Nakahira en la práctica fotográfica. En 1968 Tomatsu lo invitó a formar parte del consejo editorial de la exposición “Shashin no 100-nen”, una importante muestra que revisó los últimos cien años de la fotografía en Japón. Su participación en este proyecto le otorgó una mayor comprensión de los modos de creación de imágenes en Japón y terminó de perfilar la decisión de Nakahira de centrarse en la fotografía como carrera profesional.
De Provoke a Circulación
En 1968, el grupo de fotógrafos formado por Nakahira, Yutaka Takanashi, Takahiko Okada, y Kōji Taki publicaron la revista Provoke, con la cual se plantearon llevar la fotografía a un plano más experimental. Con este medio buscaban aportar nuevas ideas al discurso de la fotografía que se hacía en Japón a finales de los sesenta y durante la década siguiente. Junto con Daido Moriyama, quien se incorporó a la revista en su segundo número, realizaron fotografías de grano áspero, composiciones sesgadas y de insistente monocromo. Esta forma de fotografiar representaba para ellos la mejor expresión de un mundo en constante cambio, una inestabilidad que podía ser percibida a simple vista.
En 1971, Nakahira llevó hasta la VII Bienal de París un proyecto controversial que se considera entre sus mejores obras. El trabajo, que tenía por título Circulación: fecha, lugar, eventos, incluyó más de mil quinientas fotografías que fueron tomadas a lo largo de siete días consecutivos. Nakahira procesó y exhibió las imágenes de su deambular por París, donde se ven gente caminando por las calles, escaparates de tiendas, carteles de cine, señales de tráfico, el metro, así como su propia comida. El proyecto se tornó caótico cuando las fotografías superaron la capacidad de las paredes y su autor comenzó a desperdigarlas por el suelo. Esto produjo un desacuerdo con los organizadores por lo que fue necesario reducir las dimensiones del proyecto.
Este deleite en el caos que parecía insuflar el proyecto de Nakahira es valioso porque revela varios aspectos de su proceso creativo. Entre ellos el interés en mostrar un imaginario del mundo en que predomina la acumulación y ya no la fotografía única cuidadosamente editada. Esta disposición del fotógrafo hizo de su proyecto para la bienal una suerte de instalación donde la obra no era la imagen perfecta sino un acto que recoge los ritmos urbanos del autor, un proceder que guarda algunos ecos del situacionismo que se había dado por concluido pocos años antes. Pero el hecho de que la propuesta desbordara las dimensiones del espacio expositivo no deja de ser un cuestionamiento acerca del papel de la fotografía en aquel entonces, así como un presagio de la obsesiva documentación en las redes sociales que persiste en nuestros días.
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