Sus esculturas se reconocen por la sinuosidad de la línea curva y, junto con sus pinturas, por un cromatismo muy particular que remite, a veces, a la cálida ciudad de Maracaibo, en Venezuela, donde nació.
Víctor Valera. Sin título, 1955. Mural en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela. Foto: GermanX, via Wikipedia |
El escultor y pintor Víctor Valera compartió su formación artística entre Caracas y París, ciudad donde recibió el influjo de Dewasne, Vasarely y Léger, entre otros. A mediados de los cincuenta destaca por los murales que le encomienda Carlos Raúl Villanueva para la Ciudad Universitaria de Caracas y una década más tarde por su participación en el proyecto “Kenneth Armitage y ocho escultores venezolanos”. Desde los años setenta su obra desarrolló una libertad formal que supo jugar con el rigor de la geometría y el desenfado cromático más personal.
Inicios artísticos y estancia en París
Víctor Valera (Maracaibo, 1927-Caracas, 2013) comenzó su formación en artes en su ciudad natal, en 1941, y la continúo en Caracas, en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas, entre 1948 y 1950, cuando fue expulsado por participar en una huelga de estudiantes.
Víctor Valera. Doble espacio, 1951. Óleo sobre tela. 95,5 x 70,3 cm. Galería de Arte Nacional, Caracas |
Desprovisto de estudios formales se incorpora al Taller Libre de Arte de Caracas y dos años más tarde consigue una modesta beca que le permite viajar a París. En Francia asiste al taller de Jean Dewasne y Victor Vasarely, y trabaja en el taller de Fernand Léger.
Durante este periodo incursiona en la pintura abstracta y gracias al estímulo de Robert Jacobsen, comienza a hacer esculturas en hierro, siendo uno de los pioneros en el uso de este material en Venezuela.
Un viaje por la forma, el símbolo y el color
Convocado a mediados de los cincuenta por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva para el proyecto de integración de las artes en la Ciudad Universitaria de Caracas, durante esta época asume una investigación concerniente a la forma y el color en el contexto de un espacio virtual o real.
Posteriormente esta línea de trabajo lo condujo a emplear láminas de metal que cortaba y manipulaba con gran plasticidad. De esta etapa es Aroa, obra que obtuvo el Premio Nacional de Escultura en Venezuela en 1958.
Víctor Valera. Aroa, 1958. Hierro soldado y pintado. 160,5 x 129,5 cm. Galería de Arte Nacional, Caracas |
En 1964 formó parte del grupo de ocho artistas venezolanos que trabajaron durante tres meses en un taller con el escultor inglés Kenneth Armitage, y que concluyó con la exposición “Kenneth Armitage y ocho escultores venezolanos” presentada en el Museo de Bellas Artes de Caracas.
Víctor Valera. Abdalá, el ángel, hacia 1965. Foto: essosalons |
A partir de la década del setenta sus realizaciones escultóricas retornan a un planteamiento geométrico y serial que predispone su integración a la arquitectura pero que al mismo tiempo se manifiestan con cierta sensualidad en los juegos de curvas, entradas y salientes de los elementos que las conforman.
La sensualidad de la forma y la libertad cromática
Víctor Valera murió en Caracas el 5 de marzo de 2013. Sus aportes artísticos más importantes pueden establecerse en el uso pionero del hierro como material de la escultura y en la exploración sensible del metal.
Víctor Valera. Homenaje a Canelita Medina, 1982. Hierro soldado y pintado. 249,5 x 82.8 cm. Galería de Arte Nacional, Caracas |
Este conocimiento y destreza en el tratamiento de las formas lo condujo a desafiar en el contexto venezolano el canon ortogonal de la geometría y a incurrir en insólitas disposiciones compositivas.
Tal actitud se manifestó también en un desenfado cromático que sumado a las cualidades ya señaladas resultan hoy en día un sello reconocible del trabajo de este gran creador latinoamericano.
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