Contraria al predominio de la pintura abstracta y la figuración realista en la pintura española de la segunda mitad del siglo XX, Isabel Villar orientó su obra hacia una figuración fantástica, en que la mujer actúa como eje de escenas cotidianas o de paisajes utópicos que conforman una suerte de realismo mágico de donde emanan el juego, la ironía y la crítica social.
Isabel Villar. Foto: Galería Fernández Braso |
Infancia y formación artística
Isabel Villar Ortiz de Urbina nació en Salamanca, España, el 8 de marzo de 1934, en el seno de una familia acomodada. Desde temprana edad, mostró una gran inclinación por el dibujo y la pintura, una pasión que la acompañaría durante toda su vida.
En 1941, la familia se trasladó a Ávila por motivos de trabajo del padre, ingeniero de montes. Allí, Isabel pasó su infancia rodeada de naturaleza, la cual tendría una profunda influencia en su obra posterior.
A finales de la década de 1940, la familia regresó a Salamanca, donde Isabel comenzó a desarrollar su talento artístico. En 1953, ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, donde completó su formación como pintora.
Inicios de su carrera artística
Los años de estudio en Madrid fueron una época de gran aprendizaje y crecimiento para Isabel Villar. Allí conoció a otros artistas y se familiarizó con las últimas tendencias del arte contemporáneo.
Tras finalizar sus estudios, Isabel Villar regresó a Salamanca, donde comenzó a exponer su obra en galerías y salas de arte; de hecho, en 1958, realizó su primera exposición individual en la Sala Miranda de Salamanca.
En esta época, la artista formó parte de dos grupos artísticos importantes: el Grupo Koiné y el Grupo Tormes. Ambos grupos estaban integrados por artistas jóvenes que buscaban renovar el panorama artístico español de la posguerra.
Madurez artística
A lo largo de la década de 1960, la obra de Isabel Villar se caracteriza por el realismo mágico, el simbolismo y la poética visual, así como por el protagonismo de la mujer en escenas cotidianas o en espacios utópicos.
En los años setenta, Isabel Villar realiza su primera exposición individual en Madrid, con la que da a conocer su particular universo pictórico conformado por “mujeres libres”, como las llama ella. En sus telas sobresale el contenido poético y la intencionalidad con que alude a cuestiones lúdicas y críticas en su obra.
Legado
La obra de Villar se puede encontrar en las colecciones del Museo Reina Sofía, la Biblioteca Nacional y el Centro de Arte Faro de Cabo Mayor (Santander), entre una veintena de museos y colecciones españolas. En 2018, fue galardonada con la medalla de oro de la ciudad de Salamanca. Su obra se caracteriza por la sensibilidad, la poesía visual y el compromiso con la realidad social de su época.
Temas recurrentes en su obra
- La mujer: Isabel Villar es una artista que siempre ha estado comprometida con el reconocimiento de condición como mujer artista.
- La naturaleza: La naturaleza es otra fuente de inspiración constante para Isabel Villar. En sus paisajes, la artista busca reflejar la belleza y la fragilidad del mundo natural.
- El simbolismo: La obra de Isabel Villar está llena de símbolos que representan diferentes aspectos de la vida humana. Algunos de los símbolos más recurrentes en su obra son la luna, el sol, el agua y los árboles.
Estilo artístico
Su obra se enmarca dentro del arte figurativo, una suerte de figuración fantástica para nada deudora de una representación fidedigna de la realidad. La artista utiliza una paleta de colores rica y vibrante, y sus composiciones son a menudo complejas y llenas de detalles.
Influencias
Isabel Villar está influenciada por una amplia gama de artistas, entre ellos Alberto Durero, Henri Rousseau y Remedios Varo, al igual que por el arte primitivo y el arte popular.
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